PRUEBAS PERSONALES
Uno de mis hijass muy cercano a cumplir la meta de sus estudios universitarios, tuvo que sustentar una prueba oral y escrita previo a darle continuidad y cierre a su carrera. Por supuesto asistió con mucho nerviosismo y al conocerle tan bien, puedo pensar que también con mucha inseguridad. Fui testigo de las largas horas de enfoque y dedicación para su preparación. Desarrolló técnicas de memorización; efectuó listas interminables de ayuda-memoria; se reunión con su par para apoyarse mutuamente haciéndose preguntas; un par de veces llegó hasta nuestra habitación (de mi esposa y mía)

con las guías de estudio que ella misma había hecho para entregárnosla y solicitarnos que le hiciéramos preguntas. Ambos, mi esposa y yo somos maestros, por lo que aquella guía no fue utilizada en la misma manera en que fue elaborada, mi esposa hizo preguntas aleatorias, les cambió el orden, lo que era respuesta la hizo pregunta y lo que estaba como sujeto lo convirtió en predicado y observar su destreza en detectar el cambio de pregunta, asumiendo que algo así sucedería en su prueba definitiva. Sea por un deseo profundo que le fuera bien o porque en verdad vimos que estaba preparada, le dimos ánimos para someterse al examen con toda confianza, pues había superado la manera implacable de preguntarle en base a su propia guía.
En el fondo de mi corazón había un deseo genuino de saberlo todo, anticipar las preguntas, o incluso una tentación paterna de indagar en la posibilidad de sustentar el examen en su lugar. «"Oren por mi"» nos dijo al finalizar el interrogatorio al que se sometió voluntariamente; al ser una familia creyente y dependiente de Dios, con los pies puestos en la tierra sabiendo que no llegaría ninguna ayuda extraordinaria o divina que no compensara el esfuerzo personal de preparación para la prueba, la solicitud estaba encaminada a que por intervención divina, sus nervios estuvieran controlados, que las preguntas de la prueba real se asociaran de manera natural con la preparación que había tenido. Si, yo quería estar en su lugar, y asegurarle que todo estaría bien, que yo lo haría por ella y que no debería preocuparse más al respecto.
En la vida tenemos pruebas de diferentes tamaños, intensidad e importancia. El crecimiento y la madurez de cada persona viene acompañado de distintos obstáculos que deben sortearse y algunos ni siquiera pueden aplazarse. Si, la escuela en casa (los primeros años previo a ingresar al sistema educativo) son claves para el aprendizaje de cómo el individuo reaccionará y afrontará las circunstancias para resolver alguna situación o abrirse camino hacia la siguiente meta. Caerse es parte del aprendizaje; quebrar algo es parte de la madurez; quemarse levemente debe ser una experiencia ocurrida en esos años. La escuela con sus metodologías y sistemas contribuyen también a este desarrollo personal. Tengo mis reservas respecto a la evaluación tradicional, sea oral o escrita, pero ese será tema de conversación para otro artículo, sin embargo son necesarias las pruebas, sobre todo aquellas encaminadas a producir un cambio o un aporte a la vida personal, familiar y social.
En más de algún momento o prueba hemos deseado que alguien más tome nuestro lugar. Recuerdo a unos gemelos idénticos que estudiaron en el mismo colegio de donde me gradué de maestro. Ellos iban unos grados adelante de mi; eran tan idénticos que tenían la fama que se intercambiaban lugares a la hora de la prueba (exámenes), luego se convirtieron en grandes y muy famosos médicos. No puedo decir que fue cierto eso de que uno tomaba el lugar del otro para sustentar alguna prueba, pero nos podemos identificar que en efecto querríamos, en más de alguna prueba, que alguien nos suplante. Y puedo con toda libertad y autoridad indicar que eso fue lo que exactamente me pasó: alguien tomó mi lugar en una prueba que era imposible que yo aprobara. Su nombre es Jesucristo.
Tomó mi lugar en la cruz y murió por mi. Para tener relación con Dios, debía ser libre de pecado y el pecado se expiaba solamente a través del sacrificio, sacrificio que yo ni podía ni hubiera querido hacer. Pero Jesús, siendo Dios tomó forma humana y se hizo sacrificio. El pasó la prueba, lo hizo por mi. Y lo hizo por todo el mundo que en El cree.
Aun estamos esperando los resultados de la prueba a la que se sometió mi hija. Es una prueba universitaria. Deseo con todo mi corazón que la haya superado. Hay otras pruebas que muchos están haciendo hoy: exámenes de salud, pruebas de laboratorio para confirmar o desestimar un diagnóstico de una enfermedad terminal; también deseo que esas pruebas sean superadas. Pero la máxima prueba de la vida que triunfa sobre la muerte eterna ya fue superada y solo debemos creer. ¿Crees tu?