viernes, 24 de mayo de 2013

Configuración del Aeropuerto de Guatemala

Quienes ya hemos hecho uso de los servicios del Aeropuerto Internacional La Aurora en Guatemala, nos sentimos en parte satisfechos por el nuevo edificio y en parte frustrados por servicios que no funcionan, como el aire acondicionado.

Escribo este artículo en mi espera del vuelo de conexión en el Aeropuerto de Tegucigalpa, Tocontin. Este aeropuerto a todas luces es inferior al aeropuerto de Guatemala, en infraestructura, en servicios en amabilidad de la gente, etc.; pero nos gana en algo muy sencillo.

La nueva configuración del aeropuerto La Aurora ya no permite que los familiares de las personas que regresan de viaje, les vayan a recibir con la respectiva particularidad cultural que ya no se permite la guanaquería de pasear y ver los aviones. También como toda la familia antes asistía y presenciaba la despedida del viajero, se podía ingresar a las instalaciones e incluso tomar una tacita de café o aún una comida formal.

¿Qué es lo que pierde el país en nuestro aeropuerto, sin ser muy profundo en el análisis? Se pierde ingresos por parqueo, se pierde ingresos por consumo en los restaurantes, se pierde el momento familiar de estar un poquito más de tiempo con el ser amado, que en muchas ocasiones no se sabe si se volverá a ver.

De niño fui a despedir como lo hacían casi todas las familias guatemaltecas, a mi abuela que iba a los iunaites. Wow, ese, en aquél entonces, era un viaje espectacular y raro. Como niño me quedé viendo perplejo por primera vez en mi vida, al jumbo de Pan-Am en el que viajaría mi abuela. En ese ventanal viejo, sucio, empañado por mis lagrimas y aliento, dejé volar mi imaginación y sueños que eran lo que en ese tiempo lo único que podía volar de mi y me prometí que algún día volaría como lo hacía mi abuela en ese viaje y porqué no, iría a los iunaites a ver lo que mi abuela vio y que de paso nos trajo alguito a todos los nietos.
Hoy, por cuestiones de trabajo, vuelo 10 a 12 veces al año y no puedo dejar de pensar en aquél momento frente a un ventanal cuando el niño se prometió a sí mismo volar, pero también no puedo dejar de pensar en los cientos de miles de niños a quienes se les evita soñar por que a algún burócrata del ejecutivo en el momento del diseño y construcción del nuevo aeropuerto, se le ocurrió la flamante idea de configurar las nuevas instalaciones de manera que había que romper con toda una cultura y evitar que los viajeros fueran despedidos adentro de la terminal aérea, ya no pudieran ver los aviones y con ello ya no le pusieran alas a su imaginación y sueños.

Un aeropuerto tan sencillo como el Toncontin en Tegucigalpa, recibe ingresos por parqueo y por consumo de restaurantes y la vista de niños y adultos que tras un ventanal observan aterrizar aviones y avionetas y luego de ello despegar sus anhelos de algún día, ir adentro de un avión. Se vale soñar, se vale volar, aunque no se despegue ni un pie de la tierra.

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